Pueblos y barrios bicicleteros

No se puede hablar de la bicicleta, dice el antropólogo francés Marc Augé (1), sin hablar de sí mismo.

“La bicicleta es una revelación del cuerpo. Su descubrimiento, una búsqueda de un espacio y un tiempo diferentes: el descubrimiento de los límites y del más allá. Es el sueño de volar y sin embargo, como paradoja, la bicicleta frente a la realidad mediática en que existimos, es un principio de realidad, un medio de transporte y de trabajo para muchas personas”.(2) Para Augé, la bicicleta sencillamente nos hace más humanos, nos ayuda a comprender a los otros; nos ayuda a cambiar la ciudad y empezando por ahí, quizás, a la sociedad entera.

Hay muchas cosas que giran alrededor de la bicicleta: la multiplicidad de fines recreativos, laborales, de socialización, de manifestación, de expresión, en los cuales la bicicleta ha hecho acto de presencia. Sin embargo, el impacto que tiene actualmente -a partir de este múltiple uso- ha tenido que ver con todo un desarrollo a partir de variaciones como el ciclismo urbano y la misma producción de bicicletas, a lo largo de la historia y en diferentes contextos.

“Para documentar el uso cotidiano de la bicicleta en la ciudad, necesitamos afinar la mirada, salir a la calle a buscar a los ciclistas urbanos, entre los coches, para abordarlos y atraparlos en una imagen fija.”

“Más allá del imaginario alrededor de la bicicleta, parte del interés de su rescate reside en el modo en que ella articula el mito de lo social y lo personal”.(3) Todos tenemos una historia personal para contar con la bicicleta y su uso o no como transporte, también puede hablar de la comunidad que somos o queremos.

Es muy fácil que surjan reacciones de negación; decir que el ciclismo urbano es imposible. Pero la idea de la bicicleta como medio de locomoción protagonista en una ciudad como México no es tratar de acomodarse a lo que hay, sino justamente una invitación a transformarlo. “En un tiempo de urbanización del mundo donde los sueños rurales están condenados, el milagro del ciclismo puede reinventar la ciudad como un lugar de aventura”.(4) El sistema que pone bicicletas a disposición tanto de los habitantes como de sus visitantes obliga, de cierta manera y para nuestra fortuna, a reencontrarse, a socializar las calles y los puntos de encuentro, a restaurar los lazos vitales y soñar con nuevos espacios. “La bicicleta podría jugar un rol crucial para recuperar la conciencia de sí y del lugar donde vivimos, dimensiones que, al fin de cuentas, van juntas”.(5)

Un proyecto de ciclismo urbano, dice Augé, sólo será exitoso cuando los habitantes de hecho crean que ir a trabajar o hacer lo que sea en bicicleta es una opción natural; cuando poner 20 mil bicicletas en la calle obligue a realizar la infraestructura necesaria para que todo el mundo se contagie y rescate su bicicleta.

Sin embargo hay que recorrer las estaciones de metro y los autobuses para saber que, para muchos, la bicicleta siempre fue la única herramienta y el único bien. Muchas de nuestras necesidades básicas aún llegan en bici a casa: leche, pan, periódicos, té, helados, los camotes, los plátanos y muchos más. No es sólo un medio de transporte sostenible. Es el medio de vida de muchos individuos. A continuación el Dr. Ricardo Pino Hidalgo nos dará a conocer algunos puntos de vista y avances de sus investigaciones al respecto.

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